CRÓNICA DE MI PRIMER VISITA

AL TEATRO POST-COVID



MELANIE CATAN

22 DE JULIO

BARCELONA




Llego al teatro Lliure. Me descargué mi programa de mano con anterioridad. Esperé este momento por mucho tiempo, lo increíble es que vuelvo a uno de mis lugares favoritos en el mundo viendo a uno de mis dramaturgos/directores favoritos.


Nos ponemos alcohol en gel para entrar. Todos tenemos barbijos. Pienso cómo haré para aguantar las próximas horas así. Voy hacia la zona 3. Fila 11, asiento 5. Me emociona saber que estoy cerca del escenario. Comienzo a ver la sala. Pienso en todos los teatros que todavía están con llave y luz apagada. Me siento privilegiada.


Observo que en las filas de 8, hay 3 personas sentadas. En las filas de 6, hay 2. Lo importante es cuidar el espacio. Dos sillas de espacio. Generalmente voy sola al teatro. Es un encuentro conmigo misma. Me permito muchas cosas estando sola. Pero, hoy, acá, todos están solos. El aforo representa para mi también un espacio personal. El aforo habla también de la soledad. Si no fuera porque pienso en los actores arriba del escenario, y en los espacios vacíos, me gustaría acostumbrarme a que nadie esté a mi lado cuando miro teatro. Nadie que abre un caramelo, o que respira fuerte. Nadie que chequea la hora en su celular.


Nadie.


Esto es una intimidad nueva. Entonces, la disfrutaré hasta que termine.


Se anuncia en catalán que va a comenzar la función, nos piden que mantengamos los teléfonos celulares apagados y las mascarillas puestas. También nos indican que al terminar iremos saliendo de a grupos.


Sergio ya está en el escenario junto a su equipo. Lo que llaman lectura dramatizada para mi es la puesta en sí misma. Suena concierto para clave de Geminiani (1). Hay una visual con imágenes de bacterias y 7 escritorios. Sergio comienza a hablar.


Bien podría ser una conferencia, una clase, una charla, pero es un teatro. Será la primera obra que veo luego de tanto encierro. Por primera vez en mi encuentro con su creación y su juego con la autoficción, no me importa ni un poco si lo que voy a ver es verdad o mentira. No me importa nada. Solo quiero que me pasen cosas. Salir de mi-misma, que algo me atraviese, pero de verdad, que algo que me modifique.

_____


La vuelta al teatro luego de un hecho que movió al mundo entero, tiene que ser distinta. Si va a suceder lo mismo que antes, no sé si podré soportarlo. Necesito que algo sea diferente porque yo ahora soy diferente.


La hospitalización es de todos

Sueños
Muertos
Soledad
Cuerpos
Noruega
Africa
Los ciervos
La respiración
Covid 19- Covid 451. Fahrenheit.
La muerte/la muerte/la muerte

Y los vientos de cambio


El director comienza a hablar con la audiencia y con los personajes. Son 7 escritorios pero muchas historias. Países, etiquetas, pasados. Ahí bien podría estar yo. O vos. Estamos todos.


Introduce entonces a los personajes. Comienzo a conocer sus nombres, sus historias, sus deseos. El propio director me las presenta mientras expone la maquinaria hospitalaria y medicinal en un mundo post pandémico. También comienza a desmenuzar los mecanismos más primitivos de la creación artística. Sí. Los mecanismos de creación se ponen al descubierto. Se validan. Se celebran. Son la obra en sí misma. Esta vez más que nunca en cualquiera de sus obras.


La artificialidad/realidad, lo que se construye, es el discurso.

La puesta.
La dirección.
Todo está y estará expuesto.

_____


Sergio dice

“La realidad y la verdad son dos cosas que ya no me importan”.

_____


A mí tampoco.

Me pregunto si todos nos acostumbramos a que sea de esa manera. Pienso en por qué se pone en tela de juicio este tipo de género. Y por qué, que uno hable de manera exacerbada de uno mismo está mal. ¿Acaso no lo hacemos en las redes de manera fanática y vanidosa?

Me pregunto por qué ya la verdad no me importa.

El director divide la obra en tres semanas. Está basada en su (no)experiencia personal en un hospital de Cataluña a mediados de marzo de este mismo año.

Sergio señala, apunta, lee. Organiza.

Dirige. Dirige. Dirige.

Todo es distinto para mi cuando estoy mirando. Ahora comienzo a entender la vida a partir de una enfermedad. Me asusto. Escucho a un enfermero que se vistió de astronauta para entrar en contacto con la tierra, a una trabajadora social que habla de los procesos fúnebres, de cuerpos que, por protocolos sanitarios, no podrán ser vistos antes de ser enterrados. Un doctor que llama a los familiares para tener una conversación que según el recordarán para siempre. Una conversación que anuncia la muerte. La concreta. La hace viva.

Un doctor que en su mesa se llama a su infancia, a un juguete de Tin Tin: un cohete. El guiño del cohete me encanta. Me lleva a pensar que mientras el mundo se cae a pedazos, y se derrumba de la manera más negativa posible, se venden también viajes privados a otros planetas. Ese cohete también me hace pensar que los médicos están verdaderamente despegados. De hecho lo pienso desde hace muchos años. Tengo una profunda admiración por aquellas personas que tienen tanta responsabilidad en sus manos.

A veces siento que ya no sé qué significa ese valor. La responsabilidad de que algo que hacemos cambie verdaderamente la vida de otros. La responsabilidad entre que alguien sea vida o sea muerte.

El virus enfermo

Es posible que acá, ahora, el virus me esté pegando más fuerte. Sí, a partir de un hecho artístico escrito y creado para teatro. Por momentos me cuesta respirar cuando escucho a todos estos personajes.

El mundo tiene ahora otra herida. Estamos heridos. Me doy cuenta que estoy herida. Intento transitar este tiempo con tranquilidad, estoy recibiendo muchos estímulos, y como un cachetazo, salgo y entro del escenario con tanta información que me da vuelta.

_____


Imagino al director en una cama. En un hospital. Pero lo veo ahí.

Estoy sintiendo a la muerte riéndose de la vida. Estoy sintiendo la amenaza de un virus que se reproduce de manera mundial y masiva. Ahora yo estoy en Europa, se siente diferente escucharlo todo desde acá.

Cuanto mas avanza la ficción, más y más me duele la realidad. Acá, la medicina y el arte están dialogando de manera fascinante: y es que ambos templos tienen el don del alivio y de la curación.


Pienso entonces en ese alivio. ¿Será que, luego de toda amenaza, sólo buscamos la curación?


El protagonista que es el escritor, que es el director, que es Sergio, está pensando en quién lo contagió. Y de pronto es más importante saber quien te puede pasar la condena, que la condena en sí misma.


Pienso en cómo nos hemos acostumbrado a culpar a otros por cómo nuestro cuerpo y mente reciben los factores externos. Antes de yo tener la culpa por no aguantar este virus que se transforma y reproduce en mí, el responsable siempre es el otro.


Seguimos sin hacernos cargo de tantas cosas...


Si el enemigo se mete en mi cuerpo, y yo lo dejo, yo lo habilito, yo le hago un lugar, yo me deshago por dentro, yo no lo aguanto, y por eso termina por hacer estragos, la culpa es de quien me contagió. Es de Carmela. Del vecino. De la persona que tengo al lado. Todos culpables por sólo toser a mi lado. Por su simple presencia.


Pero es mi organismo. Es mi cuerpo. Yo lo alimento. Lo cuido. Lo protejo. Me representa a mí. A mí todo.

_____


Pero la culpa es del otro.

La

Vida

Misma.

_____


El error


"A veces siento que la muerte es como un error. ¿A quién no le da lástima la muerte?"

_____


En Covid-451 aparece la figura de Batman. El murciélago. El superhéroe oscuro, retraído. El que no es el Superman. El que viene de un animal cuasi incomprensible y de revés. Tal vez el único que por volar y transportarse, nos juegue en contra.


Veo en la visual una tomografía de la cabeza/cara de Sergio en sus tiempos de internación, pero también puedo ver a un Batman enmascarado. Pasa de un lado al otro. Yo veo a ese mitad hombre/mitad animal y a la medicina de todo ello.


Y entonces, Batman. Los superhéores. El reafirmar la identidad a partir de un otro que también soy yo. El desdoblamiento a partir de un traje. Uno que cuanto más esconde, más de él se sabe. Más intriga genera.


¿Y es que cuántos civiles hay desnudos, a la vista de todos, y cuántos Bruce Wayne llamando la atención por su máscara?


Entonces, tal vez aquello que verdaderamente escondemos, es lo que, frente a este mundo de exposición y vanidad, nos hace únicos. Irrepetibles. Reales.


Como el teatro.


Sigo pensando: Cuánto más me acerco a su autoficción más entiendo mi propia realidad. Ahora de pronto me siento como si hubiera transitado el covid en un tupper montevideano. Me duele pensar que por primera vez pienso realmente en la muerte de 900 personas por día. En un enfermero que sale a tomar un café luego de 12 horas de trabajo mientras yo estuve encerrada, cuidándome, siendo cuidada en otra cueva.


Sergio habla con él. Vuelve a exponer aquí y con firmeza su proceso de creación artística. De cómo lo real él lo transformará en arte. Allí, mientras el enfermero cuenta cómo se encontró con un ciervo a la salida del hospital, vemos las imágenes de todo los animales que salieron al mundo en tiempos donde el ser humano no pudo.


El discurso hablado es creado por Sergio, mientras que el visual, por la propia naturaleza. Estas imágenes aparecen y las observo casi como si fueran registros de cámaras de seguridad. Están así dispuestas. Entiendo que, una vez más, nos guardamos para mirar el exterior desde un lugar seguro y controlable. Todo un confinamiento así.

_____


La libertad de los animales me alivia. Sí. Otra vez el alivio.

Pienso qué será de los ciervos que llaman la atención de Sergio una vez más.

Suena Wind of change (2).

La magia está en la intervención poética, en la intervención de la distópica realidad que pareciéramos estar viviendo. La estoy sintiendo ahora. Mientras veo imágenes/música/personas en el escenario.

Estas personas no son actores. Ahora el foco está en personas reales que viven situaciones extraordinarias. Me gusta.

Veo a los personajes desafiando la muerte. Siento miedo. Mi cuerpo se paraliza cada tanto pensando en el covid 19/451.

Ahora es la post humanidad (cómo le dice él) la que me intriga. El director decide aquí llamarse a si-mismo contándose su propia muerte. Lo hace como si fuera su teléfono de contacto referente. Cómo si fuera otro: un superhéroe que resiste la noticia de su propia muerte, la llamada que lo dejará verdaderamente sin respiración.

Ahora lo escucho vivo y lo pienso muerto. Me está sucediendo. Pienso, Sergio Blanco se murió. Donó su cuerpo. Ya no está. Pero está ahí. Y es que al final Sergio Blanco en sus obras siempre busca las diferentes maneras de morir.

De pronto conviven mundos posibles. El real. El ficticio. Ambos. Ninguno. El corona virus. El mundo antes de esa palabra. El mundo después.

Cómo había señalado, la obra se divide en tres partes: las tres semanas de la internación de su propio creador. Luego de la segunda semana siento la tristeza, la desesperación, la falta de información. Siento que recién puedo empezar a pensar en la pandemia.

¿Será que fue en la segunda semana de mi propio confinamiento que me pasó todo eso? No sé. Ya no me importa lo que es o no es real. Estoy en el teatro con una máscara puesta mientras me pasan un montón de cosas. Por sobre todo, la angustia.

Tercera semana: el protagonista y yo comenzamos a sentir la vida.

Suena entonces Dance Monkey (3), una canción cuasi reciente que lleva el nombre de un animal. Esta música la encontraríamos posiblemente en una discoteca si nada de esto estuviera pasando. Si nuestros cuerpos estuvieran en una sintonía de festejo. Ahí los personajes se mueven. Yo también quiero bailar con ellos. Recuerdo lo hermoso que era bailar con amigos, con luces, con la música a tope. Quiero moverme. Recuerdo por qué quiero estar viva.

_____


De pronto el hombre que hace, en el mismo escenario, el sonido y las visuales , el que pone todo al descubierto se pone sus auriculares. Será por este minuto nuestro dj, en un teatro con espectadores llenos de máscaras y miedos. Esto es la teatralidad de la vida: ahora nosotros también somos Batman.

"¿No es maravillosa la humanidad?" repite Sergio.

"Hacemos tantas cosas buenas y tantas cosas malas". Tal vez si el mundo volviese a empezar, ser humano llegaría al teorema de Pitágoras pero no a la capilla Sixtina, reflexiona.

El arte se crea. Se trabaja. Se organiza. El arte modifica a los civiles. El arte tiene la posibilidad de traducirse en un discurso científico, es su artista quien logra hacerlo único, excepcional. Es su artista quien lo manipula, lo hace forma pero abstracción, lo hace arte. Lo hace autoficción.

El arte tiene su propia maquinaria de creación y mientras esta se expone solo nos quedará jugar un rato con ese entramado.


Volver a este teatro ayer, en este mundo tan pos humano, me dio una sensación de alivio. Es verdad entonces que al final sí busco el alivio.


Y sí me importa.



COVID 451
de Sergio Blanco Festival Grec 2020

Crónica de

Melanie Catan